Mindfulness al día

Cómo los padres y los niños pueden aprender el equilibrio emocional y la ecuanimidad.

[Publicado originalmente en Tricycle. Por Christopher Willard | Oct 1, 2017]

El psicólogo Christopher Willard escribe en su nuevo libro, Raising Resilience: The Wisdom and Science of Happy Families and Thriving Children.


El Tao Te Ching describe la vida como 10,000 alegrías y 10,000 penas. Como padres, cada nuevo día parece traer al menos otras 10,000 a casa.

El Buda también mencionó algo que la mayoría de nosotros sabemos y que es verdad: la vida es estresante. El cambio y la incertidumbre son casi las únicas constantes de las que podemos depender, y éstas pueden contribuir a nuestro sufrimiento o bien, a nuestro crecimiento. Todo cambia cuando empezamos una familia, incluso hasta nuestro cerebro y nuestras hormonas, tanto en mujeres como en hombres. Existen pocas cosas tan estresantes, inciertas y llenas de cambios que el proceso continuo de la crianza de los hijos. Mientras este cambio es difícil para nosotros, los padres, el proceso de crecimiento tampoco es emocionante y divertido todo el tiempo para los chicos.

Entonces, ¿cómo lidiar con todos estos cambios? ¿Cómo podemos habitar los dolores y las alegrías de la vida, sin ser arrastrados por ellos, ni dar la espalda e ignorarlos, y ayudar a nuestros hijos a que puedan a aprender a hacer lo mismo? Tradicionalmente, esta cualidad de permanencia se llama “ecuanimidad”, una actitud que no debe confundirse con “pasividad” o “indiferencia”.

Cuando se trata de nuestra familia, la ecuanimidad está inextricablemente ligada a la compasión. Podemos tener ecuanimidad sin compasión, como cuando nos sentimos muy estresados y descartamos en forma cínica las preocupaciones de nuestros hijos como una mera manipulación. También podemos tener compasión sin ecuanimidad, respondiendo a sus necesidades inmediatas, debido a nuestra propia intolerancia de su disconformidad. La compasión con ecuanimidad significa: “Quiero que seas feliz, pero no necesito que seas feliz para yo estar bien”.

Más bien, la ecuanimidad es una aceptación radical del no saber y un medio para no tomar todo de manera tan personal. En la meditación, a menudo se nos enseña a reconocer las emociones intensas y difíciles a medida que surgen, sin actuar sobre ellas, de la misma forma que notamos el estado del tiempo. Podemos hacer esto con nuestros seres queridos también, notando en nuestros hijos, “Ah, la ira está aquí. La tristeza está aquí “-aunque, dependiendo del estado de ánimo- quizás sin notar estos pensamientos en voz alta. De esta manera, nos abrimos a un compromiso más profundo con toda la vida, incorporando el equilibrio y la estabilidad ante la incertidumbre y el cambio. Lo más importante es que la ecuanimidad nos permita desarrollar una base estable y segura para el apego con nuestros hijos, asegurando su óptimo desarrollo físico, psicológico y espiritual.

 

Los ocho vientos mundanos

Se dice que la ecuanimidad nos mantiene en el camino correcto frente a los ocho vientos mundanos: fama y descrédito (o alabanza y crítica), ganancia y pérdida, éxito y fracaso, y alegría y tristeza. Podríamos probablemente agregar algunos más “vientos” que hemos experimentado, pero esta lista ya cubre una gran cantidad de los que enfrentamos en la vida.

El budismo enseña que la naturaleza del sufrimiento es dual y permeable, lo que significa que experimentamos el sufrimiento juntos, y es contagioso.  “Sólo somos tan felices como nuestro hijo más infeliz”, suelen decir los padres.

Y a menudo, cuanto más fuertes son nuestros lazos con nuestros hijos, más vívidamente nos vemos afectados por sus ocho vientos cuando soplan experimentando sus alegrías y tristezas en la compleja danza de la neurobiología interpersonal. Una semana nuestros niños son invitados a la fiesta “cool”; al día siguiente son uno más del grupo de los “nerds”.  Ellos ganan elogios, pero luego se les culpa por perder el partido en la final. Una primavera celebran el éxito por el ingreso en el colegio de sus sueños, y al siguiente otoño pierden su beca cuando sus calificaciones se vienen abajo. Un día hermoso trae una alegría increíble en la playa seguido de una tristeza inconsolable cuando su helado cae sobre el pavimento caliente. Estas delicias, hondas y flechas vienen y se van a través de sus vidas y de las nuestras.

También se reflejan entre sí. Cuando nuestro niño es “el difícil” en el patio de recreo, vemos cómo los otros padres se retraen de nosotros y las invitaciones se van esfumando. Cuando nuestro adolescente se mete en problemas, enfrentamos el juicio de otros padres que no quieren que sus hijos pasen el rato con nuestra mala influencia.Y nosotros seguramente también enfrentaremos estos vientos en el viaje de la paternidad, si no lo hemos hecho ya. El día en que mi hijo tenia fecha de nacimiento mi hermana me llamó para decirme que había sido diagnosticada con cáncer de mama de grado 2. Un día nuestra familia lo tiene todo; al día siguiente perdemos un trabajo, una casa, o incluso un miembro de la familia. Un año somos el padre querido en el grupo de amigos de nuestro hijo; el siguiente nos sentimos muy tensos y anticuados. Nuestro terapeuta elogia nuestra paternidad, pero el terapeuta de nuestro hijo nos da una larga lista de “sugerencias”. Un año celebramos la mayoría de edad de nuestro hijo, el siguiente tenemos que enterrar a nuestros propios padres. El reto en todo esto es aprender a no sobreidentificarse con estos cambios ni verlos como permanentes.

La buena (y mala) noticia es que todos los vientos son temporarios La ecuanimidad actúa como el lastre de un barco. Aunque el barco es movido de un modo u otro por los vientos de la vida, ni se hunde ni se desvía demasiado.

Aquí es cómo estos ocho vientos pueden jugar en nuestras vidas:

Fama y descrédito (Alabanza y crítica)

Qué tan bien tu familia se acerque y aprenda de estos vientos determinará la resiliencia de la familia. Eres más que un padre o una madre, al igual que tu hijo o hija es más que tu hijo o hija. Todo el mundo en tu familia tiene múltiples roles y actividades que significan mucho para uno mismo, y es importante reconocer y sostener estas identidades ligeramente y disfrutar de ellas. Para balancear un barco, el lastre debe ser extendido uniformemente y ampliamente.

Si tu hijo está sobre identificado con la imagen de “el niño más inteligente” o el “mejor jugador de fútbol”, ​​luchará cuando el mundo inevitablemente sugiera lo contrario. En esos momentos es cuando puede haber reacciones intensas impulsivas, o pueden abandonar aquello que era importante para ellos. Aún peor, pueden llegar a estar ansiosos y deprimidos, recurrir a las drogas o dañarse a sí mismos o cualquier otro tipo de conductas por las que suelen terminar en mi consultorio. Podemos ayudarlos a cambiar y relacionarse de otro modo con sus identidades de una manera que les sirva a largo plazo.

Por ejemplo, podemos equilibrar la identidad del niño inteligente con la identidad más estable de alguien que se esfuerza y trabaja duro. Mejor aún, podemos incentivar a los niños en sus diversos intereses y que tengan una gama de identidades para recurrir. Puede que no obtengan un “10” en la prueba de ortografía, pero siguen siendo un nieto querido, un amigo útil y un patinador decente. Del mismo modo, si aprueban el examen, pueden sentirse bien en algo sin agrandar su ego, pues son más capaces de reconocer su éxitos en un contexto mas amplio.

Ganancia y pérdida

Al igual que la alabanza y la culpa, la ganancia y la pérdida son partes inevitables de la vida desde la infancia en adelante. Aunque las rachas de ganar y perder en algún momento siempre terminan, podemos aceptar el flujo de victorias y derrotas.

Además -aunque es difícil- podemos aprender a encontrar el lado positivo cuando las cosas no salen de la forma en que nosotros queríamos. Podemos prepararnos a nosotros mismos y a nuestros hijos para los tiempos más difíciles, trabajando primero con aquellos desafíos más pequeños como el de las rodillas raspadas y los corazones rotos. Podemos practicar la ecuanimidad mucho mejor cuando entendemos cómo los eventos son interdependientes. También desarrollamos la ecuanimidad cuando miramos hacia el futuro con la misma aceptación que tenemos al examinar el camino arduo y sinuoso  que nos llevó a donde estamos hoy.

La ecuanimidad surge cuando renunciamos al control, o más precisamente cuando renunciamos a la ilusión de control. Idealmente, aprendemos a lo largo del camino a lograr un equilibrio viable entre dejar que nuestros hijos vivan sus propias vidas y cometan sus propios errores y, que puedan estar felices y seguros. Ser padre requiere hacer ambas cosas.

Éxito y fracaso

Es natural buscar el éxito en la vida y querer lo mismo para nuestros hijos. Sin embargo, los peligros del éxito son la arrogancia y el orgullo, que a menudo son deficiencias en la gratitud y la sabiduría de la interdependencia.

Afortunadamente, podemos acompañar cualquier éxito con un sentimiento de gratitud consciente hacia los demás. Un sabio mentor me aconsejó una vez: “Recuerda cuando te sientes orgulloso de un logro sentir también agradecimiento por aquellos que te ayudaron”. Podemos modelar la gratitud frente al éxito con nuestros hijos y señalarla cuando veamos lo mismo sucediendo en el mundo, ayudándoles a entender cómo sus éxitos se basan en sus relaciones con los demás. Al encontrar el éxito de esta manera, fomentamos la ecuanimidad en todos nosotros.

Los retrocesos son dolorosos, pero también tienen poderosas lecciones de ecuanimidad. Es demasiado fácil ver lo que los fracasos parecen representar en el momento: no cumplir una meta o un deseo explícito. Es mucho más difícil, en cambio, ver la imagen más grande y tomar una visión más amplia. La verdad es que el camino hacia el éxito es a menudo tortuoso, con muchos fracasos en le proceso. Tómate un tiempo para reflexionar sobre cómo esto es cierto para ti y comparte tu viaje con tus hijos, o cuenta a tus hijos historias sobre personas conocidas que tuvieron caminos inesperados hacia el éxito. Discute tus propios contratiempos, cambios de carrera y extrañas idas y vueltas con tus hijos, usando el razonamiento, por supuesto. Lo más importante; analiza tus “fallas” como “oportunidades”. Hacerlo ayudará a tus hijos a conectar los puntos entre superar las adversidades, mantenerse fiel a sus valores, trabajar duro y su inevitable recompensa.

Todos necesitamos fallar de vez en cuando. El aprendizaje, la adaptación y la resiliencia requieren cierto grado de derrota. No sólo está bien dejar que tus hijos fracasen; también es aconsejable hacerlo. Aprender a recuperarse del “fracaso” es uno de los regalos más útiles que puedes ofrecerle al adulto que se convertirá con el paso del tiempo. Con poder transitar su camino en los pequeños contratiempos, nuestros niños podrán aprender a enfrentar luego los más grandes.

Alegría y tristeza, Placer y dolor

Los humanos son resilentes. Consideremos el hecho de que nuestra especie ha sobrevivido milenios de violencia, enfermedades, hambre y dolor emocional de todo tipo. Como bien lo señaló el Buda, el sufrimiento es inevitable. Ninguno de nosotros escapará al sufrimiento ni al dolor, ni siquiera las personas que dedican sus vidas al camino espiritual.

Un entrevistador preguntó una vez al Dalai Lama sobre sus remordimientos en la vida. El hombre respondió que después de que un estudiante suyo se había suicidado una vez, había sentido mucha culpa y responsabilidad por la muerte de aquel hombre. Cuando el entrevistador le preguntó cómo deshacerse de ese sentimiento, el Dalai Lama hizo una pausa y dijo: “No lo hice. Todavía está allí. Simplemente no permito que me arrastre y me haga retroceder. Me di cuenta de que ser arrastrado o retenido por ese sentimiento no sería en beneficio de nadie. Así que voy adelante y hago lo mejor que puedo”. No se trata de “deshacernos” del dolor, del nuestro o del de nuestros hijos. Podemos sentirnos tristes por el dolor, por nuestros arrepentimientos y errores, y sin embargo seguir avanzando. Esto también forma parte de la sabiduría de la ecuanimidad.

 


Traducción de , Raising Resilience: The Wisdom and Science of Happy Families and Thriving Children por Christopher Willard, PsyD. Copyright © 2017 por Christopher Willard. Para ser publicado por Sounds True en octubre de 2017

María Noel Anchorena
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