El presente ensayo revisará la definición de mindfulness, y de cómo, de su comprensión y práctica pueden pensarse aportes a la noción de cambio terapéutico; pero antes de abordar este tema, permítanme contarles una breve historia.

Íbamos con mi novia por las calles de India, deseosos de llegar, desde el lugar en que nos estábamos alojando en el centro de la ciudad hasta la estación de trenes, ubicado en la periferia. Tras zigzaguear por la ciudad, arriba del principal transporte público de la India, el denominado rickshaw (un coche tirado por una motoneta), finalmente arribamos a nuestro destino.

Mientras bajaba la pesada mochila, me dispuse a pagarle al conductor el precio acordado al subirnos, y cuando le pagué, este me señaló que mi dinero era insuficiente, que el precio era mayor debido a que tuvo que tomar una ruta alternativa, dijo que le tenía que pagarle veinte rupias más, y lo expresaba con un tono y una actitud demandante. Por mi parte, interpreté su conducta como una estrategia para aprovecharse de nuestra condición de extranjeros, y es que, ya había visto esa misma reacción en otros conductores de rickshaw. Sin poder manejarlo en ese instante, una especie de electricidad recorrió mi cuerpo, me sentí furtivamente enfadado, el volumen de mi voz comenzó a elevarse, y me puse a discutir airadamente con el conductor.

Tras unos segundos y unos malogrados intercambios de palabras, me sentí invadido por la ira, y le dije en un mal inglés: -¡¡¡Tú sabes que no estás diciendo la verdad…tú lo sabes!!!!  Con la ingenua creencia de que si yo le decía eso, él recapacitaría, que si apelaba a su autoconsciencia él cambiaría de postura, pero al contrario de mi supuesto, el conductor al oírme se enfurecía más, y de pronto, comenzó a vociferar unas palabras en Hindi, ahí me sentí más indignado que nunca y le empecé a gritar: -¡¡¡ dilo en inglés, a ver si te atreves!!!

Con toda esa trifulca las personas que iban pasando por el lugar se comenzaron a acercar y formaron a nuestro alrededor un círculo de curiosos testigos. Tras unos segundos, mi novia me dijo: -No sacas nada con pelear, vámonos-, así que simplemente me tomó del brazo y me sacó del lugar.

Mientras caminaba, masticando todavía la irritación, mi novia me escuchaba más calmada, y tras dar unos pasos, y luego de alejarnos de la discusión me preguntó: -¿Sabes por cuánto dinero estabas peleando?, yo le respondí: -Si, nos estaba cobrando veinte rupias de más-, respondiendo con la convicción del que cree “tener la razón” y con la seguridad del que se siente estafado, y ella volvió a preguntarme: -Si, veinte rupias, pero ¿sabes cuánto son veinte rupias en dinero Chileno?, -¿Cuánto? Respondí rápidamente, y ella dijo: doscientos cuarenta pesos.

Mientras escuchaba doscientos cuarenta pesos, y mientras caminábamos, algo me pasó, de pronto se me hizo clara la futilidad de toda aquella discusión.

Por supuesto, no salí inmediatamente de mi rabia, ni tuve un vuelco radical de percepción, pero sí comencé a tomar más perspectiva de la situación y del rol que jugaba yo en ella,  mientras caminaba me iba haciendo más consciente de mi respiración y me fui calmando, además, me di cuenta que enganché en una discusión y terminé exasperándome sin motivos justificados, al caminar y conversarlo, pude considerar un elemento que no había visto antes, se modificó la perspectiva que tenía del problema”.

Quizás esta historia no contenga un rimbombante ejemplo de cambio, ni siquiera refleja toda la complejidad del proceso de aprendizaje, ni refleja un cambio particularmente profundo de creencias o actitudes, sin embargo, puede servir como punto de partida para ilustrar una reflexión sobre la dinámica del cambio, y cómo esta dinámica puede verse influida por tomar consciencia, por ejemplo, al percibir un problema desde otra óptica, las cosas no pueden volver a ser iguales, en la historia, al tener la percepción que estaba asumiendo un fuerte compromiso emocional por doscientos cuarenta pesos, a todas luces aparece como un compromiso desmesurado en ese contexto.

A mi parecer, la historia anterior permite ilustrar algunos elementos involucrados en el proceso de cambio, que sería interesante reflexionar a la luz del mindfulness, alguno de estos elementos son: Focalizar la atención en un aspecto no considerado antes y percibir el rol que la persona juega en el problema, sus percepciones y el estado emocional en que se encuentra.

El presente ensayo buscará reflexionar en torno a una sola pregunta: ¿Cómo la  práctica del  mindfulness podría ser un aporte significativo a la noción de cambio?
Para abordar esta interrogante, se vuelve imprescindible, como primer paso saber: ¿Qué se entiende por mindfulness?

 

¿Qué se entiende por Mindfulness?

El concepto de mindfulness no es para nada nuevo, de hecho su origen se remonta a más de dos mil seiscientos años atrás, a los tiempos en que vivió Buda y probablemente sea más antiguo. El concepto nació en el contexto de un camino que buscaba enfrentar y superar el sufrimiento humano. El Buda no era un dios, sino un ser humano que buscaba una respuesta a lo que denominó el noble sufrimiento, como lo señala Hanh (2000):

“Durante cuarenta y cinco años Buda dijo una y otra vez: Sólo enseño el sufrimiento y como transformarlo”. 
(pp.11)

Desde su génesis, el mindfulness nació como una práctica que buscó afrontar el sufrimiento, es decir posee un sentido terapéutico.

La palabra mindfulness no tiene una traducción exacta en español, algunos autores lo han traducido como: plena presencia o atención o consciencia plena (Vallejo, 2006), pero estos términos no logran capturar del todo el sentido del concepto, ya que, o reflejan sólo una parcialidad de lo que significa, o tiene un marcado énfasis psicologista.

Etimológicamente, el término inglés mindfulness es una traducción proveniente del término Pali Sati y del término Sánscrito: Smrti. Es un concepto que el Buda enuncia cuando se refiere a cultivar la atención correcta, el séptimo elemento del óctuple sendero, con el cual el Buda buscaba trascender el sufrimiento.

De acuerdo a lo que señala Hanh, el mindfulness (Smrti en sánscrito) posee dos componentes: 1. Concentración (Samadhi en sánscrito) y 2. Comprensión profunda (Prajña en sánscrito).

La concentración (Samadhi) es la atención dirigida a alguien o algo durante un tiempo específico.

1.      La concentración (Samadhi), se refiere a poder mantener la atención un tiempo sostenido en un objeto, significa poner las cosas juntas, unir una cosa con otra. Puesto en un sencillo ejemplo, hay concentración cuando una persona mira por un par de minutos la hoja de un árbol, sin distraerse, sin pensar en ninguna otra cosa, ni mirar otro objeto, en esta acción se estaría ejercitando la concentración, el samadhi.
La concentración no es sólo un ejercicio mental, sino que es un vínculo de unión entre quien observa y lo observado, en aquella atención no hay separación entre observador y observado, en esta acción se rompe el dualismo. La atención no se da nunca en el vacío, no es una atención pura, sino que siempre tiene una referencia concreta, no existe la persona en sí más concentrada, como si poseyera una cualidad intrínseca que se  aplicara siempre, sino que más bien existen personas que practican la atención con “objetos concretos”. Por ejemplo, alguien que le presta atención a su hija, está practicando el Samadhi, la concentración es la atención dirigida a alguien o algo durante un tiempo específico. Filosóficamente esta comprensión de concentración podría analogarse con el concepto de intencionalidad propuesta por Franz Brentano.

2.      La comprensión profunda (Prajña) por su parte, implica tener un acercamiento profundo y sentido a lo observado, poder contemplar con la mayor profundidad posible lo que ocurre, con la menor interferencia de los propios prejuicios, juicios, o intereses personales, o más bien, siendo consciente de ellos y distinguiéndolos del fenómeno observado.

La comprensión profunda (Prajña) implica poder contemplar con la mayor profundidad posible lo que ocurre.

La comprensión profunda implica un alto grado de amplitud de consciencia, mirar el fenómeno y sus raíces; graficándolo con un ejemplo, si hay una manzana sobre la mesa, diferentes personas pueden tener muy distintas experiencia y calidad de percepciones al mirar la manzana, así tenemos el caso de una persona que pasa mirando rápido al lado de la manzana porque está apurada, probablemente tenga una comprensión muy superficial del fruto, apenas se dará cuenta que la manzana está sobre la mesa, puede que esta persona ni siquiera se fije en su color y tamaño. Otra persona, que observa con más atención podría detenerse a mirar la manzana, y darse cuenta, por ejemplo, que está apoyada sobre un plato, puede percibir también que es roja, grande, que tiene una cáscara lustrosa y que está fresca.

El segundo observador tiene una comprensión un poco mayor que el primero de la manzana. También existe la posibilidad que otra persona observe la manzana con más detalle, además de percibir el color y la forma, este observador podría hacerse consciente del origen de esta fruta, de todo lo que tuvo que ocurrir para que la manzana pudiera estar sobre la mesa, que en algún instante fue una semilla que fue regada, cosechada, transportada, etc., la manzana no podría estar ahí si no fuera por al sol, el agua, la tierra, incluso una comprensión profunda podría implicar ser consciente de cuáles son las distinciones que tiene la misma persona que contempla la manzana, implicaría ser consciente de lo qué produce en el observador mirar la manzana, las sensaciones, impulsos o reacciones que aparecen ante aquella roja y lustrosa manzana, ¿tiene deseos de masticarla por ejemplo?.

Sin dudas, distintas personas pueden tener distintas formas de percibir la manzana, algunas con mayor atención que otras.
La comprensión profunda implica la hondura con que se entiende un fenómeno, y esta comprensión, al igual que la concentración, es una práctica componte del mindfulness.
En síntesis, mindfulness tiene como componentes: la concentración, es decir una unión y atención sostenida en un tiempo definido, y una comprensión profunda, es decir el grado de penetración con que son percibidas las cosas, mindfulness por ende, alude a un estado de consciencia que está íntimamente ligado a una forma de percibir el mundo, y de cómo la persona lo está habitando.

El concepto de mindfulness ha sido tomado por diversos autores contemporáneos, quienes lo han redefinido, poniendo énfasis en distintos aspectos, así por ejemplo Hanh (1976) quien  indica que:

“Mindfulness es mantener viva la consciencia en la realidad presente”. 
(p.11).

Daniel Góleman (1988) por su parte, señala que mindfulness sería:

“Estar frente a la desnuda realidad de la experiencia, observando cada evento como si estuviera ocurriendo por primera vez” 
(p.20).

Desde una perspectiva más científica, el biólogo y doctor Jon Kabat Zinn (1994) ha definido mindfulness como:

“Prestar atención de manera particular, como propósito en el momento presente y sin juicios mentales” 
(p.4).

El Neurobiólogo Vicente Simón (2007) define mindfulness desde una perspectiva más psicológica, señalando que mindfulness es:

“La capacidad humana universal y básica, que consiste en ser conscientes de los contenidos de la mente, momento a momento” 
(p.8).

El Psicólogo Christopher Germer (2005) dando un paso más hacia la aplicación psicoterapéutica, define mindfulness como:

“Darse cuenta del momento presente con aceptación” 
(p.7).

Buscando encontrar los elementos centrales, existe coincidencia entre las distintas definiciones de mindfulness con alguno de sus elementos, desde su comprensión etimológica e histórica, hasta las definiciones de nuestros días, mindfulness implica un estado de apertura, universal y básica a la experiencia viva, generada en el momento presente.

Pensando en cómo el mindfulness influye en el cambio, resultan interesantes las distinciones que hace Germer (2005), quien enuncia ocho componentes centrales del mindfulness, siendo estos: (1) No conceptual, esto es prestar atención y conciencia sin centrarse en los procesos de pensamiento implicados, desde una mirada más integral, incluyendo sensaciones, percepciones y emociones; (2) centrado en el presente, el mindfulness siempre se da en y sobre el momento presente, en el aquí y ahora; (3) no valorativo, no puede experimentarse plenamente algo que se desea que sea de otra manera, existe por ende una primordial aceptación de lo que está ocurriendo en ese instante; (4) intencional, siempre hay la intención directa de centrarse en algo, y de volver a ello si por algún motivo se ha alejado; (5) observación participativa, no es una observación distanciada, debe implicar lo más profundamente la mente y el cuerpo del observador participante; (6) no verbal, la experiencia mindfulness no tiene un referente verbal, sino emocional y sensorial; (7) exploratorio, abierto a la experimentación sensorial y perceptiva, no focalizado en los conocimientos que ya se tienen y (8) liberador, cada momento de experiencia vivida plenamente es una experiencia de libertad.

Estas distinciones pueden ser útiles para acercarnos y reflexionar en torno a la relación entre mindfulness y cambio en un sentido terapéutico.

 

Mindfulness y Cambio terapéutico

El mindfulness, como un paradigma comprensivo y como una práctica puede contribuir a un diálogo con las nociones de cambio en general, y con el cambio en psicoterapia en particular, lo cual puede dar fecundos resultados.

El cambio se produce cuando uno renuncia a la idea de provocarlo o manejarlo, cuando se opta por no seguir empujando el rio, sino que se deja fluir lo que tenga que ocurrir

En primer lugar, la noción de mindfulness se acopla con la teoría paradójica del cambio desarrollada por la psicología de la gestalt, esta noción del cambio plantea que este se produce cuando uno se convierte en lo que es, no cuando trata de convertirse en quien no se es (Fagan y Shepard, 1989). Esta noción de cambio pone el foco en la aceptación de la propia persona y de la situación. Contrariamente a la idea común acerca de cambio, este se produce cuando uno renuncia a la idea de provocarlo o manejarlo, cuando se opta por no seguir empujando el rio, sino que se deja fluir lo que tenga que ocurrir. Esta noción paradójica del cambio es coherente con la visión sistémica interaccional de cambio, que como lo plantea Hirsch (2006) observa la mantención del estado problema mantenida por una pauta interaccional sostenida por las soluciones intentadas persistentes pero ineficaces, es decir, lo que hace que el problema y el sufrimiento persista y no se resuelva son las soluciones intentadas persistentes e insatisfactorias, Los intentos de solución fallidos mantienen el problema.

El mindfulness, desde esta perspectiva de cambio, se convierte en una práctica que busca concentrarse en adquirir una comprensión profunda de lo que está ocurriendo en el aquí y ahora, y vivenciarlo tal cual aparece, una práctica de detenerse y ser consciente de aquello que se está viviendo, más que intentar modificar la situación o huir de ella. No se trata de una resignación pasiva, ni de una desesperanza aprendida, sino más bien de un modelo de cambio que confía en el ser consciente en profundidad como palanca de cambio, la práctica del mindfulness permite, o darle un nuevo sentido a la situación, o encontrar alternativas genuinas de solución, y no las mismas e insatisfactorias soluciones intentadas fallidas.

El mindfulness, al ser una actitud práctica, que busca desarrollar una perspectiva más amplia de lo que ocurre en el momento presente, facilita una revisión y consideración de nuevos significados, que brotan de la comprensión del momento presente. Así, ilustrando este punto con un sencillo ejemplo, cuando una persona entra a una habitación oscura y percibe una bufanda en el piso, la persona puede interpretar esa percepción equivocadamente, y reaccionar como si aquella bufanda fuera una serpiente y sentir temor huyendo de la habitación, pero luego de un segundo, al encender la luz la persona comprende que es sólo una bufanda y no una serpiente, por ende, no corre riesgo. Del mismo modo, el mindfulness es una práctica de encender la luz ante nuevas percepciones de aquello creemos saber. En un sentido profundo, el mindfulness contribuye a ser más consciente de las propias percepciones, y desde esa comprensión profunda hace posible un cambio de encuadre, o contribuye a lo que Watzlawick  (1999) denomina la modificación del marco de referencia.

“En mi opinión, toda psicoterapia efectiva consiste en un cambio exitoso de este marco de referencia, o en otras palabras, del sentido y valor que una persona atribuye a un aspecto particular de la realidad” (p.97).

El cambio se da, no por buscar soluciones novedosas, sino más bien, por detenerse a observar lo que está ocurriendo y mirarlo son más concentración (samadhi) y comprensión profunda (prajña).

También el mindfulness marca un énfasis en la actitud del estar presente, de vivir comprometido, primordialmente con lo que aparece a cada instante, y no con lo ya ha ocurrido o con lo que podría ocurrir.

Esta idea de centrarse en el presente, si bien ya ha sido desarrollada en psicoterapia por varias escuelas, en especial por las escuelas humanistas, con el mindfulness esta actitud adquiere otro sentido, el de desarrollar una práctica de profundo respeto, comprensión y aceptación de aquello que ocurre, percibiendo que de esta profunda comprensión, naturalmente brota un sentido de compasión hacia el otro y hacia uno mismo.

Como lo señalaba Germer (2005) al referiste a una de las características del mindfulness, es una práctica, no un discurso, no es un ejercicio conceptual, sino una experiencia emocional, física y perceptual.

Estas prácticas no están desconectadas de la experiencia habitual, al contrario, buscan ayudar a re-conectar a la persona con modos renovado de vivir la vida cotidiana, así por ejemplo, Hanh (2000) ha desarrollado una serie de prácticas terapéuticas de mindfulness en la vida cotidiana, entre las que se encuentran: Meditar con una mandarina (p.41), comer con atención (p.43), lavar los platos con atención (p.47), meditación telefónica (p.50), meditar manejando (p.52). En Construir la paz (2003) describe la práctica de relajación profunda (p.54), comenzar de nuevo en parejas (p.124), tratados de paz para parejas (p.140) ver televisión conscientemente (p.168), tratado de paz con uno mismo y con el entorno (p.215), entre otras.

Resulta interesante mencionar que Hanh (2000) plantea prácticas de mindfulness, no son sólo de nivel individual, sino que aplica mindfulness también a nivel grupal e incluso a nivel comunitario y global, dando una mirada de mindfulness particularmente amplia.

Desde la perspectiva más aplicada a lo psicoterapéutico, se han llevado a cabo en los últimos años diversos aportes, por mencionar sólo algunos, el doctor Kabat Zinn (1994) ha desarrollado y puesto en marcha un programa en el que se entrena a las personas en la adquisición de las habilidades relativas al mindfulness para el afrontamiento del estrés, utilizando técnicas como el body scan, que consiste en una experimentación en las sensaciones corporales asociadas al repaso activo del cuerpo, el mindfulness entronca también con otros procedimientos terapéuticos como por ejemplo, la terapia de conducta dialéctica, desarrollada por Marcha Linehan en su intervención con pacientes con personalidad limítrofe, la terapia de aceptación y compromiso, desarrollada por Hayes, Strosahl y Wilson, o la terapia cognitiva centrada en su origen en modelos de procesamiento de la información en relación con la depresión  de Segal, Williams y Teasdale[1].

En síntesis, resulta interesante vislumbrar cómo la práctica del mindfulness puede significar, como lo ha venido siendo en otras latitudes desde hace miles de años, un aporte sustancial al bienestar de las personas, al cambio en sentido profundo del término y como una forma de mirar con mayor compasión a uno mismo y al otro.

Hoy, las nuevas comprensiones y aplicaciones del mindfulness, lo hacen proyectarse como uno de los fértiles frutos del diálogo entre la psicología de oriente y occidente, un dialogo que puede dar nuevos brotes.

Para concluir, unas palabras de Germer (2005) uno de los importantes sistematizadores actuales acerca del mindfulness, quien plantea que el mindfulness puede ser un puente entre la vida personal y el ejercicio de la psicoterapia:

“Tal vez estemos siendo testigos del comienzo de un modelo más unificado en la psicoterapia. Es muy probable que leamos cada vez más investigaciones que identifican a mindfulness como un elemento clave en los protocolos de tratamiento,  un elemento crucial en la relación terapéutica y  una nueva herramienta  para los psicoterapeutas para cultivar cualidades terapéuticas personales y bienestar general. Mindfulness puede convertirse en un constructo que une y conecta aún más la teoría, la investigación y la práctica clínica y ayuda a integrar la vida personal y profesional del terapeuta”. (Germer, 2005)

 


Referencias:
Anchorena, M. (2008).  Mindfulness en la salud, recuperado el 26 de agosto de 2008, de:     http://www.mindfulness-salud.org/Mindfulness.y.Psicoterapia.php.
Fagan y Shepard. (1989). La teoría Paradójica del Cambio, Teoría y Técnica de la psicoterapia Gestáltica, Arnold Beisser: Edit. Amorrortu.
Germer, C. Siegel, R.D. & Fulton, P.R. (2005). Mindfulness and Psychotherapy. Nueva York: Guilford Press.
Góleman, D. (1988). The meditative mind, Los Angeles/New York: JP Tarcher Inc.
Mae, C. (2007). Mindfulness in psychotherapy: an introduction, advances and psychiatric treatment, vol13, p.147-154.
Hanh, T. (1976). El milagro del Mindfulness. Paidós: Barcelona.
Hanh, T. (2000). El corazón de las enseñanzas del Buda, Oniro: Barcelona.
Hanh, T. (2003). Construir la Paz, El fin de la violencia en el mundo, en tu entorno y en tu interior, Nuevo extremo: Buenos Aires.
Hirsch, H. (2006). Seminario sobre Estética de la conversaciones difíciles, Universidad Adolfo Ibáñez-CAPSIS.
Simón, V. (2007). Mindfulness y Neurobiología, Revista de Psicoterapia, XVII (66-67): 5-30.
Vallejo, M. (2006). Mindfulness. Papeles del psicólogo, Julio, número 2 VOL-27. ISSN 0214 – 7823.
Watzlawick, P. (1999). La técnica Psicoterapéutica del Reencuadre, en  Terapia Breve: filosofía y arte, Herder: Barcelona.
Kabat Zinn, J. (1994).Mindfulness meditation for everyday life Pyatkus books.

[1] Para un mayor detalle y sistematización de estas aplicaciones, se encuentran en la publicación de Germer, C, Siegel, R & Paul R. Fulton (2005).Mindfulness and Psychotherapy.